La
realidad de Mexicana
“Que
es un soplo la vida, que 20 años no es nada”, esta frase queda bien en un
tango, pero todavía hay compañeros que creen que “habrá justicia”, para los que
12 años no es nada. Si han tenido la oportunidad de leer la novela “Miau”, de
Benito Pérez Galdós, entonces recordará
a uno de los personajes principales: Ramón Villaamil, y tendrán claro
que su característica principal es el pesimismo, y que prefiere pensar que
sucederá lo peor, para no sufrir una decepción.
Pues
exactamente emulando ese personaje, es que yo prefiero plantearme el peor de
los escenarios, en lugar de ilusionarme construyendo castillos en el aire,
como se llama una canción de Alberto Cortez, también conocida en la bohemia
como “la canción del idiota”.
Los
hechos nos han demostrado cuál es la realidad: Mexicana de Aviación,
junto con sus filiales fue saqueada y nos dejaron en bancarrota. Pretender
ignorar esta parte de la historia es un contrasentido banal, pueril y estéril.
En su
momento señalé hasta el hartazgo (de alguno de ustedes, no mío) que había que actuar
legal, política y mediáticamente contra Grupo Posadas. Hoy por hoy sigo denunciando
la publicidad que suben a redes sociales, y jamás me hospedaría en alguno de
sus hoteles. Para mí es un principio básico de congruencia, no voy a consumir y
dejarle mi dinero (todavía más dinero) a quienes me robaron, así de sencillo.
No
ignoro que durante estos 12 años muchos laudos se han ganado; sí, y no sólo el
de los sobrecargos jubilados en 2016, sino que también -incluso antes que los
sobrecargos jubilados- los trabajadores de confianza ganaron su juicio en 2015,
y luego, en 2019 el resto de los trabajadores sindicalizados. Eso no es ningún
secreto.
Pero quiero
enfatizar que ninguno ha podido cobrarlo. Es más, me atrevo a sentenciar: nunca
nadie podrá hacer líquido su laudo. ¿Por qué? Simple y sencillamente porque no
hay de dónde hacerlo. ¿Ya les dije que nos robaron y dejaron las arcas vacías?
No me gusta, y por supuesto que no puede llamarse “justicia”, pero lo único que
nos queda es la marca y algunos bienes, más un fideicomiso que fenece el
próximo año.
Así como sé que muchos piensan como yo, entiendo perfectamente que mucha gente no comparta mi punto de vista y esté en desacuerdo.
Todavía más claro tengo que otro amplio sector de plano ni siquiera lo entiende y están “perdidos” en este laberinto legaloide (sí, lo digo con desprecio) que se ha construido en más de una década de juicios, demandas, amparos, recursos, apelaciones, peritajes, embargos, nombramientos y revocaciones.
Para mí, como veo las cosas, la única oportunidad real (no ficticia ni imaginaria), es la que nos ofrece el Gobierno Federal, que hoy está frenada por un puñado de compañeros. De verdad, digo y subrayo que son un puñado porque en los hechos no son esos 200 que cacarean, son mucho menos.
Sean los que sean, van de la mano de un abogado del que sabemos
su historia. No, no me estoy metiendo en su vida privada y/o sentimental, esa
no me interesa y no cabe en este blog; hablo de su trayectoria laboral, pública
y política. Lo aclaro porque luego hay personas que en su afán de defenderlo,
se confunden.
Afortunadamente, para ustedes y para mí, leer esta columna es totalmente voluntario.
Ninguno de
Ustedes (y lo escribo con mayúscula en señal de respeto) está obligado a estar
aquí; y yo ejerzo mi libertad de expresión (y no tienen idea de lo gratificante
que es). Yo no escribo estas líneas para agradar a la gente, lo que están
leyendo es una reflexión, una opinión personalísima que se basa en la experiencia adquirida a lo largo de estos
años, en los que he ocupado diferentes trincheras: estudiante, trabajadora
terrícola, sobrecargo, adjunta, representante sindical, parte de una oficina de
comunicación social, bloguera, youtuber, groupie, columnista… eso sí, siempre “professional
complainer”.
En
ese orden de ideas -y sé que no les va a gustar-, cuando mi sindicato habla de
que se debe “legitimar” mi Contrato Colectivo (MXA) porque hay juicios, y que
debe hacerse “para que nos liquiden”, tengo que decirles: nunca vamos a
conseguir que nos liquiden, porque la única manera real -y lo subrayo-
es con la compra de los bienes y la marca por parte del Gobierno Federal, lo
demás son puras chaquetas mentales (y disculpen la analogía, me vale gorro).
No
nos engañemos, no hay nada. Así que, por mucho que ASSA continuara detentando
nuestro contrato, quedaríamos como lo que somos en los hechos: sobrecargos que
hacemos bulto en el padrón de agremiados, que somos ocupados de pretexto para que
la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación siga siendo “gremial”, y
no se reduzca a ser un sindicato de empresa, apreciaría mucho más la honestidad de que me lo planteen así, que por la búsqueda de mi liquidación.
Con
todo el respeto que me merecen, en ASSA no han entendido a fondo la complejidad
de la situación de los sobrecargos de Mexicana y de Click. Durante
todos estos años lo único que se hizo (y porque fueron órdenes del gobierno
federal anterior) fue meter sobrecargos de MXA a volar en AMX; jamás se luchó
por conseguir nuestras liquidaciones, por conocer el status jurídico de los
expedientes, por hacernos llegar la información, por realizar asambleas
informativas, por exigir y rendir cuentas de los fideicomisos, nada,
absolutamente nada. Desaparecimos de su radar, así de simple, tanto de
representantes como del resto de los agremiados.
De
verdad, compañeros, ¿creen que casi 13 después pueden conseguir la liquidación
que por ley corresponde? ¡Claro que no!, las matemáticas y Pitágoras no
mienten, la suma de todos los laudos nos arroja la friolera de 9 mil millones
de pesos ¿de dónde piensan que los pueden sacar? Esa cantidad de dinero solo se
puede comparar con lo que gastaba diariamente el Gobierno Federal para
enfrentar la pandemia en sus momentos más álgidos, pero era para los más de 126
millones de habitantes del país, no para un grupo de 8,500 trabajadores
defraudados y poco más de 600 sobrecargos jubilados.
Hoy
nos estamos jaloneando una cobija de 816 millones porque no nos alcanza para
taparnos. Los que sueñan con que se venda el MRO, les recuerdo que tiene dueño,
que aunque lo compró por mil pesos, ahora pide millones de dólares por él
¿acaso los tenemos? ¿Por qué nos peleamos entre nosotros y dejamos que los
responsables se sigan pudriendo en dinero?
Es verdad
cuando les digo que en este país la justicia es solo para la gente que tiene
los recursos económicos para llegar a ella, ¿creen que a simples trabajadores
sin lana nos van a dar justicia?, ¿en serio?, ¿han volteado a ver otros casos?,
¿los han estudiado?
Porque
yo sí, y en todos los relacionados al mundo aeronáutico, los trabajadores han
quedando “chiflando en la loma”; triste pero cierto. No hay dinero para
liquidarnos, y si se cae la venta de Mexicana, creo que ya podemos darle santa
sepultura. Sí, veremos que “de oficio” se pueden seguir tramitando todos y cada
uno de los juicios, durante los próximos 10 o 20 años, pero nunca vamos a ver
nuestras liquidaciones. Pongo mis manos al fuego.
Ese
panorama es sin contar con los oscuros intereses que existen alrededor de que
no se venda la marca Mexicana; hay gente que está pagando mucho dinero para
esto. ¿Por temas aeronáuticos? ¡Para nada! Hay un sector que no quiere que el Presidente,
en una mañanera se de vuelo anunciando “El regreso de Mexicana de Aviación,
aerolínea que trataron de matar los neoliberales”. Aunque sabemos que no es
así, sería un golpe muy fácil de capitalizar y convertir en votos, pues suena muy
bonito para el imaginario colectivo.
Compañeros:
yo no les hablo ni dulce, ni bonito, mucho menos pretendo “caerles bien” o
“ganar fama”; simplemente digo lo que observo y doy mi opinión, me gusta
hacerlo por escrito, para en unos años salir a decirles con los pelos de la
burra en la mano “se los dije”.
No me equivoqué un ápice con Ricardo, documenté absolutamente todo, desde los “punta de lanza” entre los que por cierto iba Claudia Quijas, hasta la entrada del Contrato B, votado por ex MXA´s a cambio de la promesa de “regresar alas” a los sobrecargos desempleados.
A los Contrato A de AMX les dije: “ahorren, ahorren,
ahorren”, porque ya sabía que la empresa iba a ir por sus prestaciones y por
bajarles sus ingresos lo más que se pudiera. Y recuerdo perfectamente que muchos
de ustedes me tiraron “de a loca”, justo como lo hacen hoy. Yo ni gano ni
pierdo, solo les advierto cual es el futuro que veo que se viene.
Por
último, compañeros de ASSA, no es por joderlos ni mucho menos incordiarlos,
pero ¿por qué no mejor trabajan en jalarse los contratos que tiene el STIA? Son
tres: Aeroméxico Connect, VivaAerobus y Volaris, son contratos vivos que le
alegrarían mucho la existencia a sus sobrecargos. Yo me limito a guardar estas
líneas. La historia me juzgará.