El actual aeropuerto y cómo frenar una catástrofe
La pista de aterrizaje del AICM. Foto: Hugo Cruz |
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Tomando en cuenta que la ausencia de planeación urbana provoca un creciente deterioro en la calidad de vida que puede derivar en una catástrofe, en la más reciente sesión del Consejo Económico y Social (CES) de la Ciudad de México, su presidente, Enrique Provencio, y el secretario de Desarrollo Económico, Salomón Chertorivski, anunciaron un proyecto relacionado con el aeropuerto. Por su tamaño, ubicación y características sociales, tanto el amplísimo terreno como las instalaciones del mismo representan “una oportunidad para redefinir los patrones de planeación, desarrollo y cohesión social de toda la ciudad”.
De acuerdo con Chertorivski, lo que se haga con ese espacio “tendrá enormes repercusiones e implicaciones sobre la vida de los capitalinos”, por lo cual todas las decisiones relacionadas con el tema “deben tener un carácter público, democrático y colectivo”; en tanto que Provencio subrayó la necesidad de un trabajo de información, deliberación y propuesta de la mano de la ciudadanía del DF para orientar las acciones correspondientes.
Es indudable que el actual aeropuerto ofrece grandes oportunidades de transformación. Se trata de un terreno inmenso, de 710 hectáreas. Para dimensionarlo, recordemos que la Ciudad Universitaria tiene 668 hectáreas, el Bosque de Chapultepec 670 y la Zona Industrial Vallejo 381. Enrique Provencio afirma que esta área ofrece una oportunidad única para la equidad y la justicia social, pues podrían reducirse la pobreza, la marginación y las desigualdades económicas de la zona oriente de la Ciudad de México. Con esa perspectiva, ha formado un grupo de trabajo que tendrá objetivos cívicos, como la participación ciudadana y la deliberación pública. Así, la Secretaría de Desarrollo Económico (Sedeco) tiene el mandato de elaborar el estudio La Opinión de la Ciudad, con base en el trabajo del CES y las propuestas, la deliberación y el debate públicos que se realicen, difundiendo toda la información necesaria de forma rigurosa y transparente. Pero, ante todo, es imprescindible que la sociedad identifique lo que Chertorivski calificó de “oportunidad irrepetible” para “definir lo que la ciudad quiere ser en el futuro y dar una expresión concreta a dichos propósitos”. Sin olvidar que “la forma –abierta y democrática– con que se conduzca el proceso será tan importante como el contenido del proyecto mismo”.
El proceso arranca con un evento de carácter internacional al que vendrán urbanistas para compartir las experiencias de transformación de los aeropuertos de Berlín, Quito y Austin en otro tipo de espacios ciudadanos. Asimismo, arribará el urbanista hacedor de la transformación más espectacular que se ha verificado en este siglo: la de Seúl, Corea. La experiencia de devolverle a esa ciudad una dimensión humana llevó a los coreanos a tirar más de 17 kilómetros de un “tercer piso”, a desentubar ríos y dejarlos fluir, a destruir “murallas sociales” y a construir diversas opciones para la ciudadanía más pobre, como un complejo de albercas públicas. Sin duda, la de Seúl es la transformación urbana más impactante por el proceso de cohesión social que logró. Tendremos oportunidad de escuchar las ponencias referidas el 22 y el 23 de septiembre, en el Museo Tamayo.
Como dijeran Provencio y Chertorivski, estamos ante una oportunidad única para hacer realidad objetivos y aspiraciones en los que pueda reconocerse la ciudadanía. Responder a la pregunta de qué hacer con este aeropuerto es una prioridad del desarrollo social y urbano, en especial del derecho a la plena integración del oriente de la ciudad. Por eso toda decisión gubernamental asociada al asunto exige tomar en consideración desde ahora la posibilidad de instaurar una forma más equitativa de desarrollo socioeconómico, en contraste con lo que han sido los patrones de desarrollo económico y social ocurridos en la Ciudad de México en las últimas décadas.
Es en consecuencia urgente que el jefe de Gobierno decrete una “veda total” a cualquier intento de comprometer esos terrenos y edificios antes de la deliberación pública que el presidente del Consejo Económico y Social y el titular de la Sedeco quieren realizar. Debe advertirse que, si bien tanto el terreno como las instalaciones son federales, el permiso de uso de suelo lo tiene que dar el GDF. Por ello es imprescindible frenar a los intereses empresariales que aspiran a desarrollar los típicos conjuntos comerciales e inmobiliarios, y que el Gobierno del DF emita lo más pronto posible un pronunciamiento público y jurídico en tanto se elabora un amplio acuerdo intergubernamental, político y social sobre los planes y el uso futuro de ese espacio. Pocas veces hay oportunidad de dar un giro de este calibre a un proyecto de desarrollo urbano y justicia social. Como ciudadanos tenemos que movilizarnos y apoyar esta iniciativa para que el interés público prive por encima de los intereses particulares.