(Rosario Avilés)
Mexicana: solución y justicia
Hace ya cinco años que Mexicana de Aviación dejó de volar. Para muchos, tantos años sin que se llegue a una solución implica que el asunto debería resolverse ya, no importa cómo, para que lo que queda de todo el patrimonio dilapidado se negocie y se reparta en proporción.
Para otros, la apuesta sigue siendo esperar casi un milagro, pues a pesar de todo, en unos cuantos existe aún la esperanza de que la aerolínea pueda volar. Entre ambas posibilidades, sin embargo, está la necesidad de que el asunto no termine como tantos: “echándole tierra al asunto”, es decir, en la total impunidad.
Si de algo tiene necesidad este país en los problemas que enfrenta, es de cerrar cada expediente con una solución, y ésta se llama: justicia. No esperemos que a las personas se les olvide lo ocurrido, por cansancio o por falta de respuestas o por el devenir del tiempo.
Y es verdad que necesitamos dejar atrás el pasado y reinventar el presente. Pero no es menos cierto que para ello tiene que haber un cierre que involucre justicia y que tiene que ver no sólo con el castigo que se deba dar a los responsables, en este caso de la mala gestión de los directivos de Mexicana de Aviación y a la falta de atención y pésima actuación por parte de los funcionarios que en esa época fungieron (o fingieron) como autoridades.
No importa que unos hayan huido o aprovechen vacíos de la legislación para escabullirse o que los otros incluso hayan pasado a mejor vida. El reconocimiento de sus torpezas, sus omisiones, sus malas intenciones o sus ignorancias es importante para que los trabajadores de Mexicana sepan que lo que ellos han sacrificado no fue en vano.
Después de hacer el recuento de los daños y reconocer que lo que se hizo (o no) en su momento estuvo mal, es indispensable establecer políticas específicas para evitar que un daño semejante pueda volver a repetirse. Y esto incluye a actores tan aparentemente ajenos al conflicto como la Comisión de Competencia que en su momento condenó a muerte a una de las dos troncales y luego simplemente se lavó las manos.
Hoy en día los diversos sindicatos y agrupaciones de trabajadores no desean dejar morir el conflicto. Sus razones son obvias: no puede ser que todo acabe así nada más. Si queremos que haya un final, éste tiene que ser el resultado de un trabajo serio de rendición de cuentas y de resarcimiento del daño que se les causó en su momento a los trabajadores y a muchas personas que creyeron en el proyecto Mexicana, llámense usuarios, pequeños empresarios, proveedores, instituciones financieras, socios e incluso ciudadanos.
Uno de los problemas que no han quedado claros es el destino final del MRO. Se dijo en muchos momentos que éste era el único negocio viable que había quedado de la aerolínea pero aún no está claro ni quiénes serán los beneficiarios ni cuándo se venderá, ni en cuánto ni por qué. Tal vez la opacidad es el peor de los mensajes.
Lo mismo aplica para las bases de mantenimiento si es que tuvieran que venderse, lo cual debe hacerse con total transparencia y no antes de que existan acciones concretas de la justicia.
Y para evitar que el final se dé en un mar de dudas, es indispensable también que exista una relatoría, una especie de libro blanco donde se explique qué pasó en cada momento del proceso. Para evitar las sospechas nada mejor que una rendición de cuentas abierta y al alcance de todos.
Esta sería la mejor manera de responder a lo que se dice cada semana en 123.45.
Para otros, la apuesta sigue siendo esperar casi un milagro, pues a pesar de todo, en unos cuantos existe aún la esperanza de que la aerolínea pueda volar. Entre ambas posibilidades, sin embargo, está la necesidad de que el asunto no termine como tantos: “echándole tierra al asunto”, es decir, en la total impunidad.
Si de algo tiene necesidad este país en los problemas que enfrenta, es de cerrar cada expediente con una solución, y ésta se llama: justicia. No esperemos que a las personas se les olvide lo ocurrido, por cansancio o por falta de respuestas o por el devenir del tiempo.
Y es verdad que necesitamos dejar atrás el pasado y reinventar el presente. Pero no es menos cierto que para ello tiene que haber un cierre que involucre justicia y que tiene que ver no sólo con el castigo que se deba dar a los responsables, en este caso de la mala gestión de los directivos de Mexicana de Aviación y a la falta de atención y pésima actuación por parte de los funcionarios que en esa época fungieron (o fingieron) como autoridades.
No importa que unos hayan huido o aprovechen vacíos de la legislación para escabullirse o que los otros incluso hayan pasado a mejor vida. El reconocimiento de sus torpezas, sus omisiones, sus malas intenciones o sus ignorancias es importante para que los trabajadores de Mexicana sepan que lo que ellos han sacrificado no fue en vano.
Después de hacer el recuento de los daños y reconocer que lo que se hizo (o no) en su momento estuvo mal, es indispensable establecer políticas específicas para evitar que un daño semejante pueda volver a repetirse. Y esto incluye a actores tan aparentemente ajenos al conflicto como la Comisión de Competencia que en su momento condenó a muerte a una de las dos troncales y luego simplemente se lavó las manos.
Hoy en día los diversos sindicatos y agrupaciones de trabajadores no desean dejar morir el conflicto. Sus razones son obvias: no puede ser que todo acabe así nada más. Si queremos que haya un final, éste tiene que ser el resultado de un trabajo serio de rendición de cuentas y de resarcimiento del daño que se les causó en su momento a los trabajadores y a muchas personas que creyeron en el proyecto Mexicana, llámense usuarios, pequeños empresarios, proveedores, instituciones financieras, socios e incluso ciudadanos.
Uno de los problemas que no han quedado claros es el destino final del MRO. Se dijo en muchos momentos que éste era el único negocio viable que había quedado de la aerolínea pero aún no está claro ni quiénes serán los beneficiarios ni cuándo se venderá, ni en cuánto ni por qué. Tal vez la opacidad es el peor de los mensajes.
Lo mismo aplica para las bases de mantenimiento si es que tuvieran que venderse, lo cual debe hacerse con total transparencia y no antes de que existan acciones concretas de la justicia.
Y para evitar que el final se dé en un mar de dudas, es indispensable también que exista una relatoría, una especie de libro blanco donde se explique qué pasó en cada momento del proceso. Para evitar las sospechas nada mejor que una rendición de cuentas abierta y al alcance de todos.
Esta sería la mejor manera de responder a lo que se dice cada semana en 123.45.